Bryson y Rory con mentalidad diferente rumbo a la ronda final del Masters

[AUGUSTA] Entre el green del 18 en Augusta National y la Casa Club, hay una distancia de no más de 60 metros, donde además se cruza el tee del hoyo uno. Ese espacio está siempre abierto al tránsito de los patrons, salvo cuando un jugador sale rumbo a la mesa de salida o cuando termina su ronda y regresa al Clubhouse.
La logística, tras 89 ediciones, está perfectamente afinada. Unos guardias de seguridad, bastante discretos, comienzan a cerrar el paso por donde va a transitar el jugador, creando una especie de túnel humano que genera algunas de las ovaciones más impresionantes que se han escuchado en este deporte.
Las de ayer, al término de la tercera ronda del Masters, fueron especialmente memorables.

Mientras Corey Conners y Rory McIlroy leían sus putts para cerrar sus primeros 54 hoyos de esta edición, los guardias empezaron a tomar posiciones. Para cuando ambos jugadores se daban la mano al finalizar su ronda, el “pasillo” ya estaba armado.
Los aplausos para Rory fueron ensordecedores mientras caminaba rumbo al área de scoring, justo a un lado de la casa club, para firmar su tarjeta. El grito de “¡Rory, Rory, Rory!” se escuchaba a kilómetros, mientras los más cercanos a los guardias estiraban la mano en busca de un high five. El norirlandés, estoico, caminaba justo por el centro del espacio que le habían abierto, evitando cualquier tipo de contacto visual.
Tal vez ya pensaba en lo que tendría que enfrentar esta tarde de domingo, o quizá repasaba mentalmente sus espectaculares primeros seis hoyos, donde solo apuntó el número 3 en la tarjeta. O simplemente seguía los consejos de su psicólogo Bob Rotella, buscando ese pensamiento que lo mantuviera en el momento presente. Tal vez, lo único que pasaba por su cabeza era la esperanza de encontrar a su hija Poppy aún despierta cuando llegara a su casa rentada por la noche.

Segundos después, regresó el silencio. Justin Rose y Bryson DeChambeau ejecutaban su tiro de aproximación al green del 18, y el tránsito fue nuevamente abierto para los patrons. Pero pocos minutos después, volvió la locura.
El estadounidense embocó un putt de más de 15 metros desde fuera del green y regresaron la electricidad y la euforia. Una ventaja de tres golpes se redujo, en un instante, a solo dos, junto con la promesa de que se avecina uno de los domingos más emocionantes en la historia del torneo.
Como con el grupo anterior, para cuando los jugadores se dieron la mano, el “túnel” ya estaba armado, y la reacción de los aficionados fue igual de estruendosa: alaridos que se escuchaban a kilómetros, dirigidos al actual campeón del U.S. Open y verdugo de Rory en ese mismo torneo.
La reacción de DeChambeau fue completamente opuesta. El estadounidense se dejó llevar por la emoción y caminó lo más cerca posible de los guardias, chocando la palma de la mano con cada aficionado que extendiera la suya, como en sus celebraciones en Pinehurst.
El Científico del golf no se guardó nada. Se dejó abrazar por el momento y encendió, una vez más, la electricidad que flotaba en el ambiente minutos antes. Bryson ya es querido. Sin duda, es uno de los favoritos del público.
-Presentado por The Back9 Golf

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, trabajando en sus dos grandes pasiones, el golf y el cine. Actualmente es periodista de golf con un programa de radio semanal en La Octava Sports y es conductor en el podcast Bola de Caimanes. Ha colaborado en TV en programas cómo Adrenalina Golf y en medios impresos como Reforma, Milenio y Golf & Spa.
Es también productor de cine donde ha producido películas como Gimme The Power, Ilusión Nacional.