Organicé viaje de Golf a Escocia; cumplí mi sueño: jugar el Old Course de St. Andrews
Imposible describir qué es lo que más nos gusta y apasiona de golf. Desde un larga salida con el driver al centro del fairway; un approach directo a la bandera; embocar un putt a siete metros y con caída de derecha a izquierda; firmar la mejor ronda de tu vida, o simplemente, la primera cerveza que destapas con tus amigos arrancando el back-nine.
Para mí, lo mejor que el golf tiene para ofrecer es ese viaje con amigos y familiares, con quienes compartes la misma obsesión.
Este verano tuve la oportunidad de experimentar el mejor viaje de golf que existe: Escocia, para jugar en sus campos links durante días consecutivos. Para cerrar la vacación, acompañado por mi papá, me gané la rifa para jugar el Old Course de St. Andrews. Un sueño hecho realidad.
Escocia es un país chico, de apenas 77 mil 910 kilómetros cuadrados. Su clima es considerado como uno de los peores en el mundo, pero cuenta con los habitantes más amables. En ese pequeño espacio, existen más de 550 campos de golf, muchos de ellos son de los más famosos y antiguos en todo el planeta.
Organizar un viaje de golf por Escocia no es cosa sencilla, sobre todo si eres amante de la historia del deporte y de los links. Uno busca aprovechar la oportunidad para jugar las grandes sedes del Abierto Británico y los campos de mayor renombre de este país: Carnoustie, Murfield, Trunberry, Royal Troon y, por supuesto, el Old Course en St. Andrews, solo por nombrar algunos, pero sin duda, perseguir esos campos es todo un reto. La planeación implica muchas horas de tren o carretera para llegar a cada uno, dejando en el camino varias joyas golfísticas. Lo mejor que uno puede hacer es investigar bien, conocer cuáles son los campos cercanos que quieres visitar y sacarle el mayor provecho a tu visita. Yo me enfoqué en St. Andrews y, a partir de ahí, lo demás.
CAPÍTULO 1. EL INICIO DEL ABIERTO BRITÁNICO
Mi viaje por Escocia comenzó en Ayrshire, un condado a 45 minutos de Glasgow, donde se encuentra el poblado de Troon, ciudad sede de The Open Championship 2024 donde se coronó Xander Schauffele. A tan solo 15 minutos de Royal Troon se encuentra Prestwick, donde se jugó el primer Abierto de la historia. Un verdadero links, diseñado por Tom Morris Sr.; originalmente era un campo de 12 hoyos y para aquella primera edición se jugaron tres rondas en un mismo día. Se dice que se tardaron únicamente cuatro horas en jugar los 36 hoyos, hasta se dieron tiempo para comer en el Red Lion, un clásico pub británico que aún se encuentra funcionando y atendiendo a comensales y golfistas; fue ahí mismo donde se organizaron los miembros de distintos clubes para poner en marcha este torneo y así encontrar al “Champion Golfer of the Year”.
Actualmente, el campo ha sufrido ciertas remodelaciones y ya es de 18 hoyos. Varios greenes son los originales, aunque el trazo ha cambiado. Sin embargo, el 17 se mantiene tal cual como era hace 200 años. Prestwick es como jugar en un museo vivo: trampas extrañísimas y un trazo igual de raro, pero sumamente placentero, divertido y, por si fuera poco, jugar el lunes de la semana del Abierto Británico, a un par de kilómetros de la sede, conllev muchas anécdotas. A la mitad de la ronda me encontré en el green de junto a Jim “Bones” Mackay, ex caddie de Phil Mickelson y actual analista de Golf Channel, filmando contenidos junto al youtuber británico Rick Shiels. Al mismo tiempo, mi caddie, un golfista local, me dio la caída perfecta y emboqué el putt.
El cierre, así como el resto del recorrido, es memorable y después del antiquísimo 17, el 18 es un corto Par 4, de 250 yardas; durante ese día fuimos bendecidos con bastante viento a favor y una madera 3 fue suficiente para atacar la bandera desde el tee. Al igual que muchos otros campos links del siglo XIX, el green del hoyo 18 suele estar pegado al tee del primero. Tu aventura termina justo donde comenzó, aunque a mí todavía me quedaba un pequeño susto. Mi madera, a pesar de salir bien conectada, se desvió un poco enganchada hacia la izquierda, en dirección a la mencionada salida. Para mi sorpresa… ¡Gary Player estaba empezando su ronda! Afortunadamente todo quedó en un grito de “¡Fore!”. Approach y dos putts para despedirme de la sede original de The Open, mientras que el tres veces ganador de ese torneo se encontraba ya en su segundo tiro.
Por supuesto que hice escala en el Red Lion para el primer Full Scotish Breakfast del viaje, algo parecido al Desayuno de Campeones del IHop: dos huevos estrellados, una salchicha, un portobelo asado y, mi favorito, un pedazo de black pudin, que no es otra cosa que morcilla en una presentación circular.
CAPÍTULO 2. AGENDA LISTA
La semana de The Open fue simplemente espectacular. Royal Troon es un monstruo con el mejor par 3 del mundo. Las condiciones climatológicas estuvieron de escándalo y las estrellas del golf internacional nos regalaron un verdadero show, pero bueno, este texto no va sobre eso, pero te recomiendo ver los videoblogs que hicimos durante los días del torneo.
Despedirse de una cobertura de un Major tiene toques de nostalgia, mas en esta ocasión íbamos apenas a la mitad del viaje, por lo que se transformó rápido en emoción y expectativa. El lunes posterior al Abierto Británico, unas cuantas horas después de la coronación de Schauffele en Troon, cruzamos costas en Escocia para llegar a la Meca y jugar cinco rondas de golf espectaculares de todo tipo y sabores links. El itinerario era el siguiente:
-Martes: Crail Balcomie
-Miércoles: Descanso
-Jueves: New Course de St. Andrews
-Viernes: Castle Course de St. Andrews
-Sábado: Kingsbarns Golf Links
Un itinerario para frotarse las manos, pero algo le hacia falta: el Old Course, el campo más famoso del mundo y probablemente con el mejor trazo.
CAPÍTULO 3. LOS LINKS DE ST. ANDREWS
Jugar el Old Course no es fácil. A pesar de que es un campo “público”, tiene varios socios. Todos los estudiantes de la Universidad de St. Andrews, así como los habitantes de la ciudad tienen la posibilidad de ser socios pagando la módica cantidad de 370 libras (475 dólares) al año; esto te da acceso no solo al Old Course, sino a los siete campos que forman parte de St. Andrews Links. A eso se le suma la cantidad de turistas con el mismo sueño que el de su servidor. Para nosotros, los mortales, existen cuatro maneras de jugar el Old Course:
1. Reservar tu viaje con al menos dos años de anticipación a través de una agencia autorizada que todavía tenga algún Tee Time garantizado.
2. Entrar a una rifa anticipada a través del sitio oficial de St. Andrews Links. Esta rifa ofrece a los ganadores un paquete –nada barato– en el que incluye salida en el Old Course y en un par de campos más de St. Andrews Links, y una comida en la casa club del New Course. Este sorteo abre en otoño y es para garantizar Tee Time durante el verano del próximo año. Es necesario seleccionar las fechas en las que deseas jugar, por lo que debes tener tu viaje ya asegurado.
3. Entrar a otra rifa, pero ésta es con 48 horas de anticipación a tu día deseado para jugar, a través de la página web. Al día siguiente te notifican si o no tienes salida
4. Ir al Clubhouse el día anterior que quieras jugar y registrarte en un iPad para ‘ooootro’ sorteo entre jugadores individuales (este punto sustituyó a la extinta tradición de formarse durante la madrugada para conseguir algún lugar).
La opción uno fue imposible para este viaje, porque empezamos a organizarlo con casi un año de anticipación. La opción dos no fuimos seleccionados, pero todavía nos restaban tres y cuatro. Desde el sábado anterior, entramos a la rifa para jugar algún día de la siguiente semana. Después de recibir el primer correo electrónico de rechazo, hice la solicitud para intentar en la siguiente rifa y así sucesivamente. Siempre pendiente de mi bandeja de entrada.
CAPÍTULO 4. SALIDAS EN LINKS TRADICIONALES
La llegada al pueblo de St. Andrews es espectacular. Para mí era la tercera visita, pero la primera para el resto del foursome. Dejamos las maletas en Airb&b ubicado a menos de cinco minutos caminando del Old Course e inmediatamente nos fuimos a saludarlo. En Escocia, a pesar de que los campos tienen socios, están abiertos para el público y el Old Course no es la excepción. Si no cuentas con un Tee Time, puedes caminar algunos hoyos.
El martes regresamos al Old Course para inscribirnos en las iPads de la rifas individuales del miércoles (nuestro día de descanso) y por supuesto que seguíamos intentando en el sitio web para la rifa del foursome; para ese entonces ya llevábamos tres rechazos.
Crail es un poblado muy cercano a St. Andrews y cuenta con dos campos links de 18 hoyos: Crail Craighead –inaugurado en 1998 y diseñado por Gil Hanse, uno de los grandes arquitectos de la actualidad– y Crail Balcoime, el séptimo campo más antiguo del mundo y con un back-nine diseñado por un pionero del golf, Old Tom Morris.
Nuestra selección fue Balcomie, porque estábamos en busca de historia y no decepcionó. El campo está compuesto por seis pares 3, seis pares 5 y seis pares 4; vale la pena recordar que, en un inicio, el golf se jugaba únicamente en formato Match Play, por lo que no existían los pares, ni se llevaba registro del número total de golpes. Hoyo por hoyo y el que ganaba más puntos se quedaba con la partida. Los campos pares 72, como los conoces hoy en día, no eran una preocupación hace más de 200 años.
El hoyo insignia de Balcomie es el 5, par 4 de 447 yardas, conocido como “Hell’s Hole”. Una marcada pata de perro de izquierda a derecha, donde todo el costado derecho es mar. Mientras más corto quieres el segundo tiro, más largo tiene que ser el carry desde el tee. Entre más ambicioso seas, más posibilidades tienes de terminar el “infierno”. La ronda fue de lo más divertido. Un campo tan antiguo que mantiene su magia. Más allá de la tecnología actual, es igual de retador que como era en el origen. Una de mis recomendaciones, si algún día decides visitar este campo, no te quedes sin probar el Fish & Chips, uno de los mejores que he comido en mi vida. Otra palomita para este campo es que cuenta con range de práctica que puede usarse tanto para los jugadores de Craighead como los de Balcomie.
De regreso a St Andrews recibimos otro correo de rechazo para jugar en el Old Course, pero, mi sobrino –uno de los cuatro miembros de nuestro foursome viajero– se había ganado la rifa individual. La administración del campo te da la posibilidad de tener un acompañante, así que si no iba a tener la posibilidad de jugarlo, por lo menos iba a recorrer los 18 hoyos ‘inside the ropes’. La caminata me ayudó a reforzar lo bien que funciona la catedral del golf: las ondulaciones de los greenes, el camuflaje de las trampas, la historia que se siente en cada paso que das, para cuando llegas al 17 no has terminando de asimilar lo que acabas de ver y, de repente, caminas el hoyo más famoso del mundo.
El jueves fue el turno del New Course. Diseño de Tom Morris de 1895, lo único que tiene de “New” es que fue construido después del Old Course. Lo primeros nueve hoyos colindan con los primeros del Old Course. Un campo espectacular que tampoco le pide tanto a su hermano mayor. Greenes mucho más chicos y menos ondulados, fairways con menos movimiento, pero no deja de ser una verdadera joya de la arquitectura de esa época. Impresionante la imaginación de Morris Sr., que sin la posibilidad de usar tractores y grúas por la época, logró plasmar hoyos tan impresionantes.
Terminada la ronda, llegó otro correo por parte de St Andrews Links…
“Your Old Course Tee Time”. ¡Lo logramos! El sábado tenía la cita que siempre soñé.
Pero para el viernes era el turno del Castle Course, el más joven de St Andrews links, inaugurado apenas en 2008 y, probablemente junto con Carnoustie, el más difícil de la zona. Y como al golf le gusta ser caprichoso, el día que nos tocó jugar Castle, fue el de mayor viento. A pesar de las complicaciones, lo disfrutamos mucho. Vistas espectaculares a la bahía de St. Andrews y unos carries que no encuentras en campos antiguos. Su restaurante fue de los mejores y valió la pena hacerse un tiempo después de jugar para pedir una pint y comer ahí mismo.
CAPÍTULO 5. OLD COURSE
Por fin llegó el gran día. El sábado teníamos previsto jugar Kingbarns, una de las nuevas joyas de la zona y de las más cotizadas, y afortunadamente logramos mover el Tee Time para el domingo por la tarde. Nuestra salida en el Old Course era a las 15:50 horas. El sol en verano en Escocia se mete pasadas las 10 de la noche. No teníamos preocupación alguna.
A las 2:30 de la tarde ya estábamos en el putting green a un costado de la mesa del uno. Tiempo de sobra considerando que este recinto no cuenta con un range.
La ronda fue memorable. El primer drive, a pesar de lo gigantesco del fairway pone nervioso a cualquiera, pero no me imagino una mejor manera de arrancar la caminata. A pesar de un poco afortunado drive en el hoyo 5, la pelota quedó en muy buen lie y nos fuimos de ahí con pájaro. El 11 es uno de los dos pares 3 de este campo y uno de los más espectaculares en el planeta, protegido por una de las trampas con mayor dificultad en el mundo con la que probablemente sea la mejor vista de fondo; desafortunadamente no nos fuimos de ahí con birdie, pero ahora puedo contar que he jugador el 11 del Old Course y el 12 del Augusta National; espero, pronto, disputar el 8 de Royal Troon.
El 12 es un verdadero espectáculo, completamente protegido por trampas, pero ninguna de ellas se ve desde la mesa. El green es un joya con ondulaciones muy, muy pronunciadas. El 14, el segundo de los dos pares 5 con los que cuenta este trazo, no se queda atrás. OB del lado derecho. Por cierto, me tocó visitar el Hell Bunker, el más grande de todo el campo que se ubica por el lado izquierdo. Por si esto fuera poco, jugamos con las posiciones de bandera de ronda final de The Open de hace dos años, de las más complicadas. Afortunadamente para mi salud mental, me fui con el par moral.
En el 17 fue imposible contener la lágrimas al momento de llegar a ese tee. La emoción que invade es indescriptible. El hotel está mucho más cerca de lo que parece y ese driver es probablemente el más intimidante de todos.
Drive al centro de fairway, pero aún tenía 230 yardas a green. Si quedaba corto con la bandera atrás de la trampa que protege ese green, se vuelve un up&down complicadísimo; si me pasaba, el reto sería igual o peor, porque era intentar un approach-y-putt desde la carretera o, más grave, pegado al muro. Me atrevo a decir que de todos los tiros que pegué en ese viaje, la madera 3 al centro del green fue por mucho el mejor de todos. Dos putts y vamos a lo que sigue. La sensación de caminar del green del 17 al tee del 18 sabiendo que acabas de hacer un par impecable es una que dudo vuelva a sentir.
Regulation en el 18 para terminar una de las rondas más emotivas de mi vida y con galería. Es común que la gente se congregue alrededor del green del 18 para ver a los jugadores llegar, además, el Rusacks, un hotel a la orilla de este hoyo tiene una restaurante en su último piso con una terraza que da al campo. Los regulations y los buenos putts terminan siendo aplaudidos. Lamentablemente un triputt hizo que terminara mi ronda en bogey.
¡No pudimos pedir por un mejor día! La lluvia amenazó pero nunca llegó y en los último hoyos hasta nos tocó un arcoíris y un atardecer espectacular, probablemente el mejor de mi vida. Los últimos hoyos nos toco jugarlos con Magic Hour.
CAPÍTULO 6. CIERRE
La última ronda fue en KingsBarns, uno de los campos de moda de la zona. Inaugurado en el 2000 y construido en una tierra donde ya se jugaba golf desde 1793 pero que tuvo que parar esta actividad ya que fue minado durante la Segunda Guerra Mundial. Recibe el Dunhill Championship, torneo del DP World Tour y que se juega en otros dos campos simultáneamente: el Old Course y Carnoustie.
KingsBarns tiene la particularidad de que el océano se ve a lo largo de los 18 hoyos. Un gran escenario para despedir el viaje. Su logotipo es de mis favoritos y vale la pena llevarse un souvenir; lo que no recomiendo es la comida.
Lo que iban a ser cuatro rondas, fueron cinco, con una caminata completa al Old Course. Uno de las mejores semanas de mi vida, en la que probablemente sea mi ciudad favorita del mundo.
Por último dejo aquí mis recomendaciones (no campos de golf) en St Andrews:
Jannettas Gelateria: Una heladería que funciona como tal desde 1908, con una variedad impresionante de sabores y deliciosos todos los que probamos.
The Seafood Ristorante: Restaurante de mariscos con menú de tres tiempos. En la única construcción moderna en toda la ciudad a espaldas del edifico de la R&A. Un poco caro, pero definitivamente lo vale.
The Dunvegan: Bed a Breakfast con un pub en su planta baja. Apenas a un costado del Old Course. Ha sido visitado por Arnold Palmer, Jack Nicklaus, Tiger Woods y la propia Lorena Ochoa se quedo a dormir ahí el año que ganó el Women’s Open en el Old Course. El lugar ideal para ir a hacer cuentas después de tu ronda.
The Jigger In: Se considera el hoyo 19 más viejo del mundo y probablemente lo sea junto con el Red Lion. El Old Course en su origen no contaba con Casa Club y hasta la fecha solo pueden entrar los socios. Por lo que el Jigger In era y sigue siendo uno de los lugares mas recurridos post ronda.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, trabajando en sus dos grandes pasiones, el golf y el cine. Actualmente es periodista de golf con un programa de radio semanal en La Octava Sports y es conductor en el podcast Bola de Caimanes. Ha colaborado en TV en programas cómo Adrenalina Golf y en medios impresos como Reforma, Milenio y Golf & Spa.
Es también productor de cine donde ha producido películas como Gimme The Power, Ilusión Nacional.